El Ajuntament de Barcelona ha elaborado una guía sobre “¿Cómo comunicar la muerte de una persona cercana a los niños y niñas?”, en la cuál no solo se dice cómo comunicar malas noticias, o qué no decir en estas situaciones, sinó que se indican posibles reacciones por parte de la/el niña/o en función de la edad.
Tal y como comenta Escalona (2008), un/a niño/a menor de cinco años aún no entiende los tres componentes fundamentales de la muerte que son:
– La muerte es irreversible, definitiva y permanente.
– Se caracteriza por la ausencia de las funciones vitales.
– La muerte es universal (todas las personas deben morir).
Un/a niño/a a esta edad cree que todo lo que se mueve está vivo. Sin embargo, un concepto más concreto acerca de la vida y la muerte, se desarrolla aproximadamente entre los nueve y once años de edad, momento en el cual el/la niño/a ha aprendido que los seres humanos, las plantas y los animales viven y mueren y pueden empezar a pensar en forma abstracta y comprender la muerte como permanente, universal e inevitable. Pueden manifestar mucha curiosidad sobre el proceso físico de la muerte y qué ocurre después de que una persona muere.
¿Cuándo se debería consultar con un/a psicólogo/a? A continuación os dejamos una serie de señales a las que tenemos que poner especial atención en los niños que están afrontando un duelo, de cara a actuar lo antes posible si estamos efectivamente ante un dueño problemático, ante el cual los familiares deberían solicitar ayuda a un profesional especializado. Estas señales serían:
● Llanto frecuente y continuo.
● Rabietas y pataletas frecuentes y prolongadas.
● Comportamiento más infantil del habitual. En algunos casos supondría un retroceso en habilidades ya desarrolladas plenamente por el niño, como pedir ayuda para comer cuando hacía tiempo que ya comía solo, pedir ayuda para vestirse, empezar a hablar de nuevo como un bebé, volver a hacerse pis por las noches, etc.
● Apatía y desgana. Una pérdida interés general por las actividades habituales de las que solía disfrutar antes del duelo.
● Constante irritabilidad.
● Problemas de sueño, ya sea en forma de problemas para conciliar el sueño, así como pesadillas y terrores nocturnos.
● Miedo a estar solo y a la oscuridad.
● Problemas escolares. Bajada del rendimiento escolar, incapacidad para concentrarse y prestar atención en clase, insistencia en no acudir a la escuela, etc.
Fuente: ajuntament.barcelona.cat
Escalona, J.R., (2008). Comunicación de la muerte al niño. Psicología para América Latina, (14) Recuperado de: pepsic.bvsalud.org.