Procrastinar es una palabra que deriva del latín y que significa, literalmente, “dejar para mañana”. Se conceptualiza como el hecho de postergar o posponer la realización de una actividad importante mientras se hace una actividad innecesaria.

Históricamente se ha tendido a creer que niños y niñas procrastinan por pereza. Pero existen, en la actualidad, algunos estudios que demuestran que la procrastinación está relacionada con otras causas.

Un tipo de procrastinación típico en edades tempranas, sería la procrastinación académica. Este tipo de procrastinación puede comenzar en los primeros años escolares, continuar en la universidad e incluso instalarse para el resto de la vida de la persona.

Algunas de las causas de dicha procrastinación pueden ser el perfeccionismo, la depresión, las características del aprendizaje, la ansiedad, las creencias que tenga el/la niño/a y el estrés. De estas variables, cabe destacar que existe una alta correlación entre el estrés académico y la procrastinación académica, el estrés genera un malestar general, que hace que los/las niños/as retrasen las actividades o situaciones que deben ser resueltas por aquellas actividades consideradas como agradables.

Algunas de las consecuencias asociadas a la procrastinación en contextos académicos son calificaciones más bajas, frecuente ausentismo a clase y mayor incidencia de suspensos, además de que puede contribuir al desarrollo de una baja autoestima, vergüenza, culpa, frustración, hostilidad, ansiedad y depresión.