La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que suele afectar a adolescentes y muy especialmente al sexo femenino. Se caracteriza por una pérdida extrema de peso corporal, habitualmente secundaria a la reducción de la ingesta alimentaria, la realización de ejercicio físico intenso, la inducción del vómito después de las comidas o el uso de laxantes, diuréticos o comprimidos dietéticos. La persona con anorexia nerviosa experimenta una excesiva preocupación y miedo por aumentar de peso, así como una percepción distorsionada del propio cuerpo. 

Algunos de los síntomas que suelen presentar las personas con anorexia nerviosa y que se suelen utilizar las familias como signos de alarma son los siguientes:

  • Preocupación excesiva por la composición calórica de los alimentos y por la preparación de los mismos.
  • Constante sensación de frío.
  • Reducción progresiva de los alimentos. 
  • Obsesión por la imagen, la báscula, los estudios y el deporte.
  • Negarse a mantener el peso en lo que se considera normal para la edad y estatura.
  • Utilización de trampas para evitar la comida.
  • Hiperactividad (estar en continuo movimiento).
  • Alteraciones en el humor: irritabilidad/depresión.

El mayor desafío en el tratamiento de la anorexia nerviosa es ayudar a la persona a reconocer que tiene una enfermedad. La mayoría de las personas que sufre este tipo de trastorno niega tener un trastorno alimentario.  Si sospechas que tu hijo/a podría estar sufriendo un cuadro de anorexia nerviosa es importante buscar ayuda profesional por parte de un especialista. 

 

A continuación os dejamos algunos consejos de actuación en caso de tener un hijo/a con un diagnóstico de anorexia nerviosa:

  1. Evitar cualquier conversación o discusión relacionada con la alimentación y el aspecto físico del hijo/a afectado. 
  2. Evitar comentarios centrados en el aspecto físico o peso del hijo/a, tanto negativos como positivos. Incluso un comentario positivo sobre un mejor aspecto puede ser interpretado como un signo de aumento de peso y producir una mayor restricción de la ingesta. 
  3. EL hijo/a debe aprender a alimentarse de nuevo por sí mismo/a y asumir su responsabilidad en la resolución del problema. Es fundamental no discutir, exigir o suplicar para que coma ya que estos actos no suelen producir ningún efecto positivo.
  4. Mantener una actitud positiva para afrontar el trastorno. Culpabilizar al hijo/a o pensar en los errores cometidos como padres sólo sirve para general malestar y desánimo.
  5. Los progenitores deben mantener una actitud unitaria y homogénea para poder estar de acuerdo en la manera de afrontar los problemas y para marcar unas normas claras de su conducta.