Cuando vemos que nuestros hijos tienen dificultades en diferentes situaciones de su vida cotidiana, ya sea en casa o en la escuela, nos planteamos diversas preguntas relacionadas con si debemos preocuparnos o no por estas conductas: “¿Es normal para su edad hacer o decir esto?, “¿Los demás niños actúan o piensan igual?”, “Desaparecerá esta conducta o dificultad con el tiempo?”, ¿”Yo era así cuando era pequeño?”.
Cuando se presenta esta preocupación algunos padres se responden a sí mismos diciendo “No, mi hijo no está loco y no necesita ir a un psicólogo” o “No, yo conozco a mi hijo mejor que nadie y lo ayudaré yo mismo/a”, “A mi hijo no le pasa nada no tiene ningún trastorno” o “Ya se le pasará”.
Desafortunadamente, estos comentarios responden a ciertos tabúes que se han ido formando con los años debido a la incomprensión o desconocimiento acerca de las habilidades y funciones del psicólogo. No se trata de etiquetar como problema o trastorno cualquier cosa que les pase, sino que se considera que cualquier dificultad que esté influyendo negativamente en la calidad de vida de nuestros hijos es susceptible de ser tratada o intervenida.
A modo de ejemplo, planteamos la siguiente cuestión. “Si mi hijo es muy tímido y lo pasa mal cuando tiene que quedar con otros amigos o evita estas situaciones…¿tiene un problema?” Nosotros preferimos no hablar de “tener” un problema, sino que a este niño la timidez le está impidiendo relacionarse más y mejor y su vida sería más rica si mejorara la habilidad para relacionarse con sus iguales. Por lo tanto, ¿Por qué no proporcionarle ayuda?
Entonces, ¿por qué pueden ayudar los psicólogos? Porqué los psicólogos son profesionales que se han formado para analizar y entender qué le está pasando al niño o niña y qué estrategias o pautas debemos seguir para mejorar o superar esta dificultad.
El rol neutro del psicólogo facilita ese proceso debido a que es una persona que no está dentro de la vida de sus pacientes. No juzgan, no culpan ni se beneficiaran de las vulnerabilidades de los demás. La principal premisa que usamos en terapia para tranquilizar a todos los padres que acuden preocupados o nerviosos a nuestra consulta es que educar no es una tarea nada fácil y nadie nace sabiendo qué hacer en cada momento.
Andrea Garcia Cabrera
Psicóloga colegiada nº 19.844